martes, 15 de diciembre de 2015

La luna de la laguna

Este es otro de los cuentos para ir a dormir inventados entre mis pequeños y yo. Espero que os guste.

En una hermosa pradera verde, vivía el caballito Trotón. Trotón era pequeñito, marrón, con unas largas crines y muy, muy juguetón.

En la pradera donde vivía Trotón, había una preciosa laguna en la que le encantaba bañarse y jugar a coger peces, aunque lo cierto es que nunca consiguió pescar ninguno.


Una noche de primavera, Trotón estaba en su cuadra dormido, cuando de repente, algo lo despertó. Salío a ver que era, pero o vió nada. Intentó dormirse después, pero ya no fue capaz, de modo que decidió dar un paseo para relajarse y que le entrara sueño.
Andando, andando, llegó hasta la laguna, y allí escucho que alguien lloraba. Trotón escuchó muy atento intentado descubrir de donde venía el llanto y entonces se dió cuenta que venía del agua, donde el reflejo de la luna lloraba de tristeza.
- ¿Que le pasa señorita Luna? - Preguntó Trotón.
La luna, sorprendia de que alguien le hablara, se asustó: ¿Me hablas a mi? - dijo.
- Si, la estoy escuchando llorar y me da mucha pena, ¿por qué llora? - insistió.
- Pués porque todas las noches vengo a esta laguna, que por el día está llena de peces, a ver si quieren jugar conmigo, pero nunca salen a jugar. Se ve que no les gusto y por eso no salen.
- No creo que se eso - respondió Trotón - es que por las noches, los peces duermen y por eso no salen. ¿Has probado a jugar con los buhos y los ratones?
- Si, pero ellos solo vienen a beber a la laguna y se marchan enseguida. - respondió la Luna.
- No te preocupes Luna, a partir de hoy, yo vendré todas las noches a jugar contigo.
Y así hizo Trotón, cada día, se iba a dormir un poco antes, para poder ir de madrugada a jugar con su amiga la Luna.

Una noche, cuando Trotón se despertó, estaba lloviendo a mares. Se colocó su impermeable y como cada noche, fue hasta la laguna para jugar con su amiga la Luna, pero al llegar allí la Luna no estaba.
La búsco por todos sitios, pero nada, no estaba. La llamó, la espero y al final se quedo dormido bajo un árbol, pero aquella noche la Luna no vino a jugar.
Al día siguiente, Trotón, un poco enfadado, fue hasta la laguna, y allí encontró a su amiga. Al verla, se le pasó el enfado, y más preocupado que otra cosa, le preguntó que por qué no había venido a jugar el día anterior.
- Se me había pasado avisarte Trotón - dijo la Luna - pero los días de lluvia o los nublados, las nubes del cielo, no me dejan bajar hasta la lagua y ayer, fue uno de esos días, ¿me perdonas? - suplicó la Luna.
- Por supuesto amigita - respondió Trotón- a partir de ahora, antes de venir a la laguna, observaré el cielo, de ese modo podré saber si has venido o no a jugar.

Y a partir de ese día, Trotón se fijo en el cielo cada vez que despertaba para visitar a la Luna y fueron amigos para siempre.

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